lunes, 16 de agosto de 2010

La edad de la inocencia.


  Un día de la semana pasada empezó a llover, en casa estábamos mi niña y yo, pensé en no salir a la calle, sin embargo y acordándome de todas las buenas indicaciones que voy recibiendo en mis estudios decidí ir a pasear. Al dar los primeros pasos vi que llovía más de lo que pensaba y volvimos a casa a coger un paraguas, mi pequeña lo abrió con muchas ganas, tan sólo tiene dos años y cualquier novedad es una fiesta. Empezamos a caminar y al llegar a un parquecito que hay no muy lejos de casa, ella me miró y me dijo con su lengua de trapo: "mamá, toma el paraguas", por un momento sentí controversia, ¿cómo iba a dejarla mojarse con todo lo que llovía?, sin embargo recordaba las tormentas de verano de mi infancia y cómo al asomarme al balcón de mi casa y dejar caer unas gotas sobre mi rostro me aliviaban tanto física como espiritualmente.
  Entonces tomé una decisión bien acertada, soportando la presión de todas aquellas personas que me miraban pensando en que era una madre poco responsable y la de otras muchas que sentían envidia de no atreverse a hacer lo mismo le cogí el paraguas; la reacción de ella me sobrecogió, extendió los brazos y mirando hacia el cielo  echó a correr hasta quedar rendida, parecía una danza de la lluvia, disfrutando en todas las direcciones, saltando, jugando, bailando, dando vueltas bajo esa lluvia tan reconfortante. Mientras yo aprovechaba para quitarme los zapatos y pasear sobre la hierba mojada.
  
  En mi mente aparecían las clases magistrales que siempre me daba mi profesora de canto y en las que me hacía especial hincapié sobre los niños, me decía que debía observarlos, que son los que mejor respiran y los que mejor controlan su voz, los que todavía no están "contaminados" con las vergüenzas del qué dirán y los que se sienten bien con cada paso que dan sin pensar en nada. Los niños pueden estar una tarde entera gritando o llorando y al día siguiente no les duele la garganta ni la tienen inflamada ni están afónicos.

No nos equivocamos al decir que las personas más sabias normalmente son las de más edad, las personas mayores son las que más experiencia tienen en la vida, las que más libros les ha dado tiempo a leer, las que más sabiduría han adquirido con el paso de los años y sin embargo muchas veces no nos paramos a escucharles cuando nos cuentan que antes hacían largas caminatas nevando o que en casa no había calefacción ni aire acondicionado y vivían muy bien, con razón creen que nos estamos acomodando demasiado. Ellos están llegando la meta de la carrera de la vida y los otros, los más pequeños, están empezando. Y nosotros juzgamos a unos e intentamos frenar a otros mientras hacemos más veces de las que pensamos comparaciones entre ambos: "es que se comporta como un niño", "parece que tenga dos años" ; por un momento parémonos a pensar y a observar lo que sucede a nuestro alrededor, los mayores se comportan como niños o es que esa sabiduría que les ha dado la vida les ha hecho ver que no tienen por qué tener esa vergüenza al hacer lo que les apetece... y por su parte ¿ no son también los niños más libres que nosotros y se comportan con mayor naturalidad?.

  Vivamos la vida, disfrutemos de la lluvia, de todos los efectos de la naturaleza, que nuestro cuerpo nos lo irá agradeciendo.


  Cuando llegamos a casa mi niña y yo, enseguida ella se quitó toda la ropa como hace siempre y al contrario de lo que pensaría la mayor parte de la gente, ni se ha resfriado ni le ha pasado nada malo, al contrario, seguro que su cuerpo está mucho más sano, mucho más reforzado, su espíritu se sigue sintiendo libre y todos en casa disfrutamos de esa felicidad.