sábado, 27 de marzo de 2010

La Buena Salud.


Nunca le di demasiada importancia a gestos como ponerse las zapatillas nada más levantarse de la cama o  arroparse antes de salir al balcón a tender la ropa; mi cuerpo siempre me pidió  bajar a por el pan en manga corta en pleno invierno o salir a dar un paseo cuando comienzan a caer las primeras gotas de lluvia.
  Cuando ya empezaba a pensar que era un bicho raro y que dejar a mis niños ir descalzos por la casa era una "dejadez y falta de cuidado" resulta que leo ayer en uno de mis libros de naturopatía que al contrario de lo que todo el mundo piensa y yo estaba a punto de creer, son gestos de lo más saludable. Tiene su lógica, si tu cuerpo está acostumbrado a notar de vez en cuando el frío del suelo o de la hierba, el día que  llueve y se te mojan los pies no te resfriarás porque pasen cinco minutos mojados mientras llegas a casa, tampoco si un día cambia el aire, se va el sol y hace un poco de frío, no te pasará nada porque tu cuerpo note una bajada de temperatura porque ya estará acostumbrado; se trata de curtir el cuerpo, de no dejarnos llevar por esa superprotección de las abuelas y las madres y hacer lo que el cuerpo siente, lo que realmente le apetece; cuántas veces  hemos visto el verde de un césped y se nos ha pasado por la cabeza quitarnos los zapatos y pasear, cuántas veces nos ha apetecido (sobre todo a las mujeres) deshacernos de la tortura de unos zapatos y quitárnoslos aunque sea en medio de una cena importante (de hecho seguro que alguien ha visto a más de una que aprovecha el momento en el que todos están ya sentados en la mesa para descalzarse y descansar un poco del dolor que le producen esos tacones).


  Dejémonos ya de tanto conformismo, de tanto "qué dirán", de tanto pensar en lo que es políticamente correcto y escuchemos más a  nuestro cuerpo (que es el único que nos va a acompañar toda la vida). Dense todos el placer de abrir la ventana por las mañanas  y respirar profundamente unas cuantas veces, el placer de salir a la calle cuando empieza a llover y con el rostro mirando al cielo dejen que unas gotas de lluvia mojen su cara, el placer de leer un libro al lado de un árbol, de descalzarnos más a menudo y aunque sea, caminar por casa con los pies libres dejándolos respirar un poco, de tomarnos un helado en invierno si nos apetece o de acercarnos a una playa a pasear sobre la arena mientras los comienzos del mar humedecen nuestros pies. Dejemos a nuestros hijos vivir sintonizados un poco más con la naturaleza. Volvamos a darnos cuenta de lo que nuestro cuerpo nos pide y además de ser más felices nos iremos encontrando cada vez más y más sanos que es de lo que se trata.

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